viernes, 7 de octubre de 2016

Jorge Beinstein: “La ofensiva imperialista, desatada al derrumbarse la URSS, se ha empantanado en Asia”

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Entrevista especialmente elaborada para la revista de Red Roja publicada parcialmente en la edición impresa correspondiente a septiembre, por el economista marxista Jorge Beinstein



RR: Tras casi una década de crisis, ¿cómo ves la salud del capitalismo y de su intento de revertir la caída de la tasa de ganancia?.

JB: En realidad la crisis del sistema comenzó mucho antes de 2008, tendríamos que retroceder hasta los años 1970 o como lo señalaba Mandel hacia fines de los años 1960. A partir de ese período comenzó a descender tendencialmente la tasa de crecimiento real del Producto Bruto Global, proceso motorizado por la desaceleración de las grandes economías centrales como las de Estados Unidos, Japón, Inglaterra o Alemania (en ese momento Alemania Federal) y también a expandirse la llamada financiarización del capitalismo.
2008 fue un punto de inflexión que marcó el agotamiento de la financiarización que había sido la droga dinamizadora del capitalismo, su euforizante y su parásito al mismo tiempo. Si tomanos el caso de los “productos financieros derivados”, la espina dorsal del sistema financiero (y en consecuencia del capitalismo mundial), constatamos que hacia el año 2000 llegaban aproximadamente a los 100 billones (millones de millones) de dólares equivalentes unas tres veces el Producto Bruto Global, en 2008 alcanzaban los 685 billones de dólares casi unas 11 veces el PBM, pero ese año se produjo la gran crisis financiera y la masa nominal de derivados dejó de crecer, se mantuvo en una suerte de estancamiento inestable. En diciembre de 2013 llegaban a los 710 billones (unas 9 veces el PBM) y en 2014 comenzó el desinfle: hacia diciembre de 2015 habían caído a unos 490 billones de dólares (seis veces el PBM), en solo dos años se evaporaron 230 billones de dólares, que representaron algo menos de tres veces el PBM de 2015. El desinfle de esa hiperburbuja, en realidad la madre de todas la burbujas, golpeó duramente a los precios y a las inversiones, las economías centrales se estancaron, tuvieron crecimientos bajos o entraron en recesión.
Como sabemos en 2014 se produjo el derrumbe de los precios de las materias primas y la generalización de la que suele ser calificada como crisis deflacionaria global. El motor financiero dejo de cumplir el rol de euforizante y paso a ser un factor depresivo que empuja hacia abajo al conjunto del capitalismo. En lo que va del 2016 la situación ha empeorado y seguramente se va a agravar próximamente, numerosas señales así lo indican.

Cuando uno mira más en profundidad se da cuenta que por debajo del fenómeno, desde los años 1970 hasta hoy, aparece la acentuación de la tendencia a la declinación de la tasa de ganancia que de manera irregular, con algunas mejoras efímeras seguidas por fuertes caídas va acorralando a un sistema enfermo. Las mejoras pasajeras de esa tasa fueron obtenidas principalmente gracias a la mayor explotación de los trabajadores y/o a la depredación de los recursos naturales de la periferia. Por ejemplo el ingreso al mercado mundial capitalista de millones de obreros industriales chinos y de otras zonas de la periferia permitió a las grandes empresas deslocalizar sus instalaciones y así producir con salarios reducidos, gracias la aplicación de tecnologías mineras y agrícolas altamente destructivas del medio ambiente las economías imperialistas obtuvieron materias primas baratas (y súper beneficios). Entonces vemos como la curva representativa de la tasa de ganancia de las economías centrales dejaba de caer e incluso ascendía durante algunos períodos entre los años 1980 y 2000, pero esos remedios no consiguieron superar el problema y en lo que va del siglo actual la trayectoria a la baja es irresistible.

Ahora nos encontramos ante la tentativa siniestra de frenar ese descenso acentuando al extremo el saqueo de recursos naturales y sometiendo a centenares de millones de trabajadores a la superexplotación, para lograr esos objetivos es empleada una variedad de instrumentos que van desde las intervenciones militares directas y los llamados golpes blandos hasta la imposición autoritaria por parte de gobiernos seudo democráticos de planes económicos que producen desempleo y caídas de los salarios reales. Pero al poner en marcha esos remedios agravan la crisis del sistema, extienden el caos, expanden los espacios sociales ingobernables, deterioran las instituciones burguesas. Pretenden alejar el desastre pero en realidad lo amplifican.


RR: ¿Qué papel juega la deuda como elemento disciplinador? ¿Por qué debemos reclamar su impago?

JB: El endeudamiento estatal y privado fue un gran dinamizador del capitalismo desde las últimas décadas del siglo pasado, en países como los Estados Unidos el grueso de los salarios crecían muy poco, se estancaban y en algunos casos caían pero el crédito permitía mantener el consumo. El Estado podía seguir gastando en guerras u obras públicas aumentando su deuda. Y las deudas crecieron más y más hasta que tocaron techo. En 2008 se produjo el descalabro financiero porque una masa significativa de deudores privados no podían seguir pagando y estalló la burbuja inmobiliaria. El ciclo de crecimientos en base a deudas se agotó y se inició un ciclo opuesto de estancamientos, recesiones y crecimientos anémicos. Antes el endeudamiento era un mecanismo que permitía crecer desacelerando salarios, ahora aparece como un factor que impone restricciones de gastos sociales del estado, reducciones salariales reales y aumento del paro. Los polos financieros disciplinan a los estados que a su vez disciplinan a los trabajadores. ¿Pero cuanto tiempo puede durar esa degradación?, no mucho más, dicho deterioro hace a mediano o largo plazo ingobernables a las sociedades. La decadencia del sistema se generaliza, ya no solo afecta a sus estructuras económicas, sino también a sus reproducciones institucionales, ideológicas, políticas, etc.
Las súper deudas, dados sus volúmenes, son impagables, solo pueden ser atendidas con más deudas lo que a su vez impulsa más estancamiento económico y desintegración social. No existe la formula mágica capaz de resolver el problema preservando el funcionamiento del sistema por una razón muy simple: la súper deuda no es otra cosa que la expresión de la decadencia del sistema, no es su causa sino su resultado, es uno de sus efectos visibles.
Como lo demostró el caso griego donde el gobierno “progresista” proponía seguir pagando “de otra manera” y mejorar la situación económica general, el sistema no ofrece esa posibilidad. Y no pagar la deuda significa romper con el sistema, con el centro financiero de un capitalismo global completamente financiarizado. Para los progresistas hacer eso sería “irracional”, sería apartarse del “mundo”, con lo cual aceptan la irracionalidad profunda del sistema que nos está llevando hacia el desastre, también identifican al “mundo” con las élites dominantes. En suma, pagar y pagar empobreciéndonos cada vez más cuando es perfectamente posible mejorar las condiciones de vida de la mayoría de la población dados los recursos técnicos disponibles siempre y cuando nos saquemos de encima al parasitismo, es decir al sistema, es decir al capitalismo tal cual existe en la realidad que no tiene nada que ver con los capitalismos imaginarios que nos proponen progresistas y conservadores simpáticos.


RR: ¿Qué opinas de la acentuación de las contradicciones interimperialistas entre EE UU, Alemania, Rusia, China....?

JB: Como lo señalé antes el capitalismo central, básicamente las economías dirigentes de la Unión Europea más los Estados Unidos y Japón, necesita saquear a la periferia para frenar, aunque sea durante un cierto tiempo, su decadencia económica, se trata de una mega estrategia imperialista global en curso. Cuando hablo de periferia extiendo el concepto tradicional no solo a Rusia y China sino además a las economías sometidas de Europa centro-oriental y del sur.
Pero esa gran ofensiva imperialista desatada al derrumbarse la URRS, terminó empantanándose en Asia. Peor aún: el propio mecanismo de reproducción global del sistema al fomentar el desarrollo capitalista subordinado de China contribuyó de manera decisiva a la creación de las condiciones que posibilitaron el ascenso y consolidación de de una clase dirigente combinación de burgueses y altos burócratas civiles y militares que fue ganando una creciente autonomía política, económica y tecnológica. Un capitalismo de Estado con rasgos estructurales y culturales muy sorprendentes que conforma la segunda potencia económica del planeta y ahora también científico-tecnológica. Según la National Science Foundation en 2016 los Estados Unidos gastarán en Investigación y Desarrollo el 27 % del total global seguidos por China con el 20 % y entre 2009 y 2013 mientras que los Estados Unidos incrementaron en un 7 % sus gastos de I+D, China lo hizo en un 78 %. Extrapolando esos ritmos, hacia mediados de la próxima década China pasaría a ser la primera potencia científico-tecnológica del planeta. En términos reales tal vez lo sea antes ya que los gastos estadounidenses son realizados sobre un aparato científico viejo, plagado de zonas grises, burocracias, etc. mientras que los gastos chinos se aplican a un aparato joven, muy dinámico, en rápida expansión.
En el caso ruso quienes pronosticaban en los años 1990 la desintegración de Rusia siguiendo lo que había ocurrido con la URSS se equivocaron completamente. El Estado y en especial su componente industrial-científico-militar se recompuso, el núcleo duro de las élites dirigentes aprovecho el auge de las exportaciones energéticas, recupero tradiciones nacionalistas que habían atravesado (y deformado) a la URSS y que se remontan a los orígenes mismos de la identidad rusa que no pueden ser asumidas sin integrar a las glorias del siglo XX, por ejemplo la victoria soviética sobre el nazismo que le costó a ese país 27 millones de muertos, el mayor sacrificio militar de un pueblo a lo largo de toda la historia humana. Eso no se borra fácilmente.
También allí se forjó un capitalismo de Estado que se fue autonomizando.
En ambos casos lo que no debemos hacer es caer en el reduccionismo económico, es necesario ampliar la visión al conjunto de la historia de dichas naciones, de ese modo podemos llegar a entender tanto sus resistencias a la hegemonía occidental como sus numerosas contradicciones y debilidades.
Ambos capitalismos dependen de sus exportaciones a las grandes potencias tradicionales, existen complejos lazos financieros globales a los que están atados, pero existe también la amenaza de los Estados Unidos, sus agresiones, pretendiendo colonizarlos. Algunos analistas simplificadores pronosticaban hace algunos años que jamás ocurrirían confrontaciones militares de los Estados Unidos con Rusia o con China, lo hacían señalando que la globalización económica había engendrado una suerte de trama burguesa transnacional que sobre determinaba el comportamiento de los grandes estados cuyas rivalidades pasaban entonces a un segundo plano. Algo parecido pensaba cierta gente antes de la Primera Guerra Mundial cuando avizoraba la instalación de una súper burguesía mundial por encima de los estados, pero la guerra llegó desmintiendo esa fantasía.
En síntesis: integraciones, interdependencias de todo tipo entre grandes potencias pero al mismo tiempo rivalidades, guerras.


RR: ¿Qué papel juega la guerra imperialista hoy? ¿Está el capitalismo en su etapa senil?
JB: La guerra, el aparato militar, sus prolongaciones industriales y financieras, sus articulaciones mafiosas, constituye actualmente el núcleo central de las élites dominantes de los Estados Unidos que conforman un conglomerado de redes muy concentradas volcadas mayoritariamente a practicas parasitarias. Parasitismo, imperialismo y militarismo son conceptos decisivos cuando tratados de describir el comportamiento del Imperio. Estos rasgos del amo explican a su vez la dinámica de sus socios-vasallos (Alemania, Francia, Japón, etc.).
Los capitalismos centrales tradicionales necesitan para sobrevivir como tales (así como Drácula necesitaba sangre y más sangre) sobreexplotar los recursos naturales y masas trabajadoras de la periferia lo que lo convierte en una gigantesca fuerza tanática de alcance planetario.
Estados Unidos apoyado en ciertos casos por otras potencias occiddentales ha destruido a países como Afganistas, Irak, Libia o Siria, intenta cercar militarmente a Rusia, hundir su economía, está empezando a hostigar militarmente a China, se encuentra embarcado en la recolonización integral de América Latina a la que le reserva un destino mexicano.
Se trata de la guerra de Estados Unidos y sus socios-vasallos contra el resto del mundo, “guerra de cuarta generación” que combina una amplia variedad de formas (militar convencional, mediática, financiera, etc.) cuyo objetivo final es la transformación de ese “resto-del-mundo” en una vasta zona gris, con semi-estados fallidos, sociedades desarticuladas, caóticas indefensas ante el saqueo desmesurado.
Pero querer no es poder, más aún si las retaguardias imperialistas, sus espacios nacionales se encuentran en franca decadencia. Sus economías crecen cada vez menos, algunas de ellas ya están en recesión y sin posibilidades de recuperación atrapadas por sus tramas parasitarias. En ese sentido el concepto de senilidad es sumamente útil para entender lo que está ocurriendo, tanto desde el punto de vista productivo-tecnológico como ideológico. La cercanía de la muerte, la pérdida de vitalidad, no promueven la resignación serena del viejo crápula sino su irracionalidad, su tentativa desesperada por conservar lo existente e incluso acrecentar sus privilegios, a medida que avanza la pérdida de vitalidad se exacerban sus delirios. La RAND Corporation, la más importante consultora norteamericana en temas militares, acaba de publicar un estudio donde se desarrollan escenarios de una hipotética guerra entre los Estados Unidos y China, allí se miden posibles “pérdidas” de cada contendiente, etc. Circulan documentos similares referidos a una eventual guerra con Rusia.


RR: ¿Cree que el capitalismo puede "reformarse", como sostiene la socialdemocracia?

JB: La reforma productivista y social del capitalismo, como lo pregona la socialdemocracia es en el mejor de los casos una simple expresión de deseos, en realidad se trata de un engaño que oculta la naturaleza real del capitalismo tal como hoy existe. Para lograr ese supuesto capitalismo con rostro humano sería necesario erradicar a sus centros hegemónicos financieros. Dicho de otra manera para salvar al enfermo habría que extirpar su corazón y su cerebro para luego mejorar lo que queda. El capitalismo del siglo XXI está completamente financiarizado y ese hecho es el resultado de un largo proceso histórico de carácter global, no el efecto no deseado de una desviación reversible. Es el resultado de la prolongada declinación tendencial de la tasa de ganancia y en consecuencia de la irrupción de su salvavidas financiero, del achatamiento de las inversiones productivas, de los modelos tecnológicos centrados en la depredación de recursos naturales y el ahorro de costos laborales.
El capitalismo solo nos ofrece vivir cada vez peor, no tiene otra posibilidad, no puede reproducirse como sistema global sin acrecentar su parasitismo y por consiguiente la superexplotación de sus víctimas a las que la marcha de la historia va conduciendo ante dos escenarios contrapuestos: el de la insurgencia anticapitalista y el de la degradación prolongada.

Jorge Beinstein es Doctor de Estado en Ciencias Económicas (Francia), especialista en pronósticos económicos. Fue consultor de organismos internacionales y gobiernos, dirigió numerosos programas de investigación y fue titular de cátedras de economía internacional y prospectiva tanto en Europa como en América Latina. Es profesor titular de las cátedras libres “Globalización y Crisis” en las Universidades de Buenos Aires y Córdoba (Argentina) y de La Habana (Cuba), y Director del Centro de Prospectiva y Gestión de Sistemas (Cepros). Su página web es http://beinstein.lahaine.org/

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